Todas las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria tienen un impacto sobre el planeta. Los hábitos y costumbres, así como los recursos que necesitamos para vivir, provocan un efecto en el medio ambiente. Esto es lo que se conoce como huella ambiental o mochila ecológica. Un indicador de sostenibilidad y de los recursos naturales que utilizamos para llevar un estilo de vida concreto. Sin duda, en función del punto geográfico y la sociedad en la que nos situemos, muestra un impacto distinto. La cuestión es… ¿es posible calcular la huella ambiental? ¿de dónde nace este concepto y qué aporta?
Origen e historia de la huella ambiental
En abril del año 2013, la Comisión Europea (CE), a través de la Dirección General de Medio Ambiente, puso en marcha el proyecto Huella Ambiental. Este se basa en una evaluación exhaustiva del impacto de todo el ciclo de vida, midiendo el comportamiento ambiental de los productos, servicios u organizaciones y su contribución al cambio climático.
Otro de los motivos que impulsaron a crear esta metodología es el sistema de ecoetiquetado. Su amplitud y, en ocasiones, falta de definición generó una gran confusión. Un sistema de certificación voluntario que se aplica a los productos y servicios que generan un menor número de emisiones. En la actualidad existen 463 sistemas de ecoetiquetado, con aplicación en más de 190 países.
De este modo la CE apostó por la creación de una guía común sobre el uso de métodos comunes para medir y comunicar el comportamiento ambiental. Hoy en día incluye un total de 16 categorías de impacto a analizar. El resultado de calcular la huella ambiental responde a la cantidad de terreno biológicamente productivo empleado para producir los recursos que necesita una persona para vivir. Por ejemplo, evalúan los gases de efecto invernadero y los productos químicos tóxicos producidos.
Qué mide la huella ambiental: categorías de impacto
Tal y como indica la CE, los métodos de evaluación para calcular la huella ambiental y su impacto utilizan modelos «para cuantificar las relaciones causales entre las entradas de materia/energía y las emisiones asociadas al ciclo de vida» del producto o servicio. También se relacionan con las categorías de impacto. En este sentido «cada categoría se refiere a un determinado modelo de evaluación de impacto independiente».
Estas son las categorías de impacto analizadas, incluidas en la metodología general, para calcular la huella ambiental:
- Acidificación.
- Agotamiento de la capa de ozono.
- Agotamiento de recursos (agua).
- Agotamiento de recursos (minerales, fósiles).
- Cambio climático.
- Ecotoxicidad para ecosistemas de agua dulce.
- Efectos a la salud humana (cancerígenos).
- Efectos a la salud humana (no cancerígenos).
- Partículas/sustancias inorgánicas con efectos respiratorios.
- Eutrofización terrestre.
- Eutrofización agua dulce.
- Eutrofización marina.
- Formación fotoquímica de ozono.
- Radiaciones ionizantes con efectos sobre la salud humana.
- Radiación ionizante (ecosistema).
- Transformación de la tierra.
Las investigaciones apuntan a que la demanda actual a escala global de nuestras actividades es de 2,7 hectáreas por persona. Sin embargo, el planeta solo puede suministrar en torno a 2 hectáreas per cápita. Según el último informe de la Global Footprint Network, España tiene una huella ambiental de de 3,7.
Una vez hechos los análisis, se procede a realizar un informe y una evaluación crítica tanto del impacto de las organizaciones y servicios como de los productos.
¿La huella ambiental es igual que la huella de carbono?
La diferencia entre calcular la huella ambiental y la de carbono radica en que la primera abarca un concepto mucho más amplio. La también llamada mochila ecológica engloba y valora el impacto general de nuestra vida y necesidades en los entornos naturales. Sin embargo, la huella de carbono es solo un parte de ese impacto.
La huella de carbono se refiere concretamente al rastro de gases de efecto invernadero (GEI) que deja una persona, una empresa, etc. Su cálculo valora tanto las emisiones directas como las indirectas.
Desde la ONG ambiental The Nature Conservancy concluyen que la huella de carbono personal debe reducirse a menos de dos toneladas anuales para el año 2050. Con ello se busca evitar que la temperatura siga subiendo y agravando los efectos del cambio climático.
Esto forma parte y se aliena una vez más con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ofreciendo conclusiones que ayudan a conseguirlos y a sembrar para un futuro mejor. Desde Exploramás seguimos trabajando para que, a la hora de desarrollar nuestra actividad, generemos un impacto positivo. Las acciones con propósito se basan en seguir nuestro lema Juntos somos más fuertes. Con ello queremos fomentar la sostenibilidad y el respeto por el entorno, transmitiendo esa filosofía a las empresa.